Éramos cuatro en el coche, Epi, Blas, Oscar y yo. Como teníamos demasiados trastos y Oscar es un poco grandote, Epi y Blas se quedaron en la parte de atrás vigilando el regalito de Marta para su boda.
El caso es que, al llegar a la comilona*:
Sugus: Oye ¿y si vienen Epi y Blas?
Laura: Como que no.
Migue: Yo no se nada
Oscar: ¡Siiiii yo los llevo!
*Conversación no real, pero imaginaos las caras.
Oscar y yo entramos en el restaurante antes que todo el mundo. Miramos nuestra mesa y le pedimos a los camareros una sillita "para los niños".
El camarero nos indica que debemos atar a los niños con un cinturon y bla bla bla. Yo le corto y le digo: "No hace falta atarlos: "los niños" son estos" (Cara del camarero de "Uy, nos han tocado dos locos")
Total: La mesa más pequeña tiene más personas. Pero no os lo perdais: Le ponían platos a Epi y Blas pensando que había alguien que se los comía ¡SI, ALGUIEN SE LOS COMÍA! Ese era Oscar, con mucho sígilo y talento, como le caracteriza.
Epi y Blas se empezaban a aburrir. Así que empezaron a tirarle los tejos a las tías. Y no es para menos:
Vista la posición ¡quién fuera Epi y Blas!
Ejem... Bueno, la novia "creo" que estaba encantada con nuestros niños. Será por guardar la compostura... porque yo creo que nos merecíamos un guantazo por no avisar que teníamos dos más en la mesa a comer. Pero bueno... se hizo fotico...
Pero bueno ¡basta de hacer el falso! ¡desmelenémonos! Yujuuuuuuuu
Primero un cava...
No... esto no funciona. Mejor un copazo:
¿Anda que no? ¿Y si nos fumamos un purito Blas?
Yupiiii! Ej que Blas... ¡hip!... zi es que ¡hip! esto es vida.
Ñiiiiiiii! Claro Epi ¡hip! ¡Otro Cava!
Y con la tajá... Epi y Blas se fueron a bailar.
Y ésta es la historia de Epi y Blas en Donosti. A partir de aquí degenera bastante la historia y mejor no contarlo. Espero no haberos destrozado vuestra idea infantil de Epi y Blas pero es que ¡han crecido como nosotros, cachis!
Agur, Ben-hur.
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